24 noviembre 2011

Estrecheces (Crónica de Antonlo, visita a la Hoyuca)







            Dos semanas antes algunos llegaron a desconfiar de mi.  ¿Iba a acompañar realmente al grupo en La Hoyuca? ¿O me iba a escaquear como la última vez en Rubicera? Esgrimiendo información fresca hubo una propuesta de Antonio J. para entrar por Gorilla Walk. Una ruta rompespaldas que hubiera sido, en definitiva, un desastre.
Eran cerca de las nueve cuando abandone Solares, dejando en tierra a Pelos y Sergio, y me marche hacia Solórzano. Poco después hablé por teléfono con ellos y quedamos en la iglesia de Riaño. Unos minutos después me encontré en la casa rural Los Acebales con el grupo de Madrid y desayuné por segunda vez.  
Aparte de Pepe, Zaca, Ángel, Chicha, Antonio J., Miky, Hugo, dos amigos de Hugo, Miguel y yo venían Sergio y Pelos (Adrian) Pero, en una última jugarreta de Hugo, éste y sus amigos decidieron irse a la Rubicera. Puede ser que por lo bonita que es o por despejar un poco el aglomerado panorama. Yo todavía tenía mis dudas. Por un lado me interesaba avanzar más allá delAstradome. Quizás hasta Argamedon o incluso algo más lejos. Por otro lado existía la posibilidad de salir por el Hoyo de la Reñada. Pero estas alternativas chocaban contra el puro número de humanos: éramos diez. El hecho era que Pelos no traía escarpines y Sergio tenía interés por salir pronto. Miguel se hubiera apuntado a cualquier cosa, pero tampoco convenía dejar sin los más conocedores de la ruta al resto. Vista la situación decidí no insistir en ir más allá del Astradome. Pero dejé abierta la posibilidad de salir por Cueva Riaño.
El ingrediente principal del panorama era la pura inercia del número, la lentitud de los preparativos. Mientras subíamos hacia Giant Panda Miguel escudriño algunos coches desguazados al borde de la pista para buscar la pata de un limpiaparabrisas. Me pareció oírle decir que uno de ellos le iba bien. Un paseo de quince minutos nos basto para llegar a la entrada. Cerca de la boca varias cabañas bien arregladas decoraban con exactitud cántabra los prados. Podríamos llamarlo, si me permitís, un entorno encantador. Mientras nos colocábamos encima el equipo para verticales hicimos chistes sobre la seguridad de los puntales que impiden a la entrada de Giant Panda desmoronarse. Un montón de tierra y piedras que milagrosamente sigue en pie, tras varios años de precario montaje.
El orden de entrada fue: yo el primero, Miguel el último y el resto en medio. Pepe iba justo detrás de mi. Primero vinieron dos pozos sin complicación alguna. Pero lo más importante venía después. Había dos bonitas estrecheces. Lo adecuado era que cada espeleólogo instruyese al que le seguía en el paso de las dos estrecheces. Todo iba sobre ruedas hasta que la talla XXL de Chicha se atrancó en la primera estrechez. Le costo cinco intentos conseguir pasar por allí. Y lo hizo gracias a que todavía tiene las tablas del gran espeleólogo que fue. Esperando la resolución del problema, la mitad del grupo que había pasado antes que Chicha practicaba la paciencia abajo de la sima.










Pasaba de una hora ampliamente el tiempo de espera cuando por fin pudimos reanudar la marcha a través de Gorilla Walk. En el punto de encuentro con Second River pudimos, de nuevo, caminar como humanos. En ese lugar paramos brevemente y abandonamos los equipos verticales, unos trozos de cuerda y algunos neoprenos. A la vuelta se vería quienes querían salir por elHoyo de la Reñada. Básicamente el resto del recorrido hasta el Astradome fue cómodo. Solo el enlace entre First River y el llamado Third River incluye algunas gateras de poca monta.
Entré el último en el Astradome para intentar hacer alguna foto al grupo. Todos estaban repartidos por la base del cilindro.  Comimos, bebimos, charlamos y nos felicitamos por haber tenido la suerte de conocer este lugar. Y luego nos fuimos. Como Sergio y Pelos se habían cansado de practicar la paciencia y tenían un poco de prisa salieron muy rápido. Pronto dejamos de oírles.
 Según me iba acercando a la confluencia con Second River menos claro tenía como tomar la decisión. El problema es que si bien Giant Panda tiene dos jodidas estrecheces, la  ruta hacia Cueva Riaño tampoco es un camino de flores. Primero hay que pasar un laminador medio inundado con el suelo de grava. Las tres veces que he pasado por este sitio tuve que hacer un surco en la grava para caber. Y todavía no sé por qué esta vez era tan optimista. Luego hay dos pasos con trepada y/o destrepe delicados. Y para rematar la faena hay unas arrastradas cerca de la salida.
Pepe, Miguel, Chicha, Ángel y yo nos fuimos río arriba de Second River. Chicha pensó que eso sería mejor que pasarlas putas de nuevo en la jodida estrechez. Pero  pronto descubrí que las cosas no iban a salir como yo tenía planeado. Llegue al laminador de marras arrastrándome por el lecho del río. Totalmente empapado me percaté de que, si no usaba una paleta para hacer un surco, no iba a pasar por allí.  Y no tenía paleta.
Volviendo en directa hacia Giant Panda escuchamos al último del otro grupo bregando con la estrechez del meandro. En esa no habíamos tenido problema entrando y no lo iba a haber ahora saliendo. Pero Pepe estaba preocupado por la otra. Previsoramente dedicamos veinte minutos a romper con la maza los puntos más críticos del paso. ¡Bingo! Esta vez Chicha paso a la primera sin grandes dificultades.
Cuando salí ya era de noche. Antonio J. y Zaca se habían ido. De nuevo tuvimos que practicar la paciencia. Durante un rato combatí el frío dando saltitos y mirando los bichos que habitan en la zona. Pero lo más placentero del día fue llegar a la casa rural y poder tomar una ducha hirviente. Mientras nos deleitábamos comiendo, una pincelada de satisfacción teñía todas las expresiones faciales. Y especialmente la de Chicha.









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